lunes, 23 de enero de 2012

Punto y aparte.

Me dijeron una vez que era más fácil sonreír que explicar por qué se está triste. Bien. Olviden esa chorrada. De pé a pá. Por completo, y háganselo mirar en el caso de que lo hayan dado por sentado en algún momento de sus vidas.
Tenemos músculos. Un precioso esqueleto que sostiene una masa de carne blanda y fofa. Le da forma. Es útil, según parece. Pero músculos. Movimientos voluntarios, involuntarios, o provocados. 
Y cara.
Sobretodo cara. Otra chorrada, ¿verdad? Tan insípida como inútil. Pero ahí está. Suya, con rasgos característicos de cada uno. 


¿Saben por qué es tan difícil sonreír cuando se está triste? Porque esos músculos, los faciales, se vuelven tirantes. Pesan, y evitan que las comisuras se muevan un milímetro a no ser que sea para hacerlas decaer cada vez más.
Por si fuera poco, las tripas escalan por todo el tronco, anudándose en la garganta, y la saliva deja de fluir. No puedes tragar, ni articular palabras a no ser que quieras que salga un gallo de lo más cuco. 
Tu cara impide expresar lo que verdaderamente no se siente. A no ser que seas como aquel de la esquina, al que le piso un pie y sólo se limita a decir "¿Tienes fuego?"

5 comentarios:

  1. Imagino que le mentirías y le dirías: No fumo.
    Saludos

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  2. Una mentira beneficiosa para su salud, y mala para la mía. Un beso.

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  3. Y gracias que sea así: "Tu cara impide expresar lo que verdaderamente no se siente"

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  4. Siempre se puede ser mujer y pasárselo por.... En fin.

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  5. Y por eso creamos las máscaras, capaces de expresar totalmente lo contrario a lo que sentimos, y ajustándose perfectamente a nuestro rostro. Tanto, que nos introducimos en una vorágine de confusión, y nos volvemos incapaces de distinguir entre nuestro natural rostro y la cada vez menos artificial máscara.

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