Se giró. La lluvia repiqueteaba contra el asfalto, mojado desde hacía varias horas. Una lluvia de invierno que calaba, pero no era de suma importancia. El pelo pegado a las mejillas y la frente, y el vaho mariposeando.
Un buen día para decir adiós.
-Lo siento. Pero nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
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