domingo, 9 de octubre de 2011

♂.

No tuve que esperar. Ni mediar palabra. Ni siquiera parpadear. Simplemente cayó al suelo. Narcotizado, fluyendo el cloroformo de forma rápida y eficaz por todo el cuerpo. Como la electricidad. La luz.
Le arrastré por el suelo del salón, agarrado por las muñecas, tironeando, sin apenas cuidado por las articulaciones, que se resentían, y me hacían la competencia.


Le llevé a mi habitación, plagada de cuadros abstractos. Todos en blanco y negro. Sobrios, pero amplios. Con un repertorio de significados de vertiente infinita.
Tardé poco en tumbarlo sobre mi cama, despojándole de toda vestimenta. Totalmente dormido, inconsciente de qué podía, o no podía hacer. 
Y lo hice.


Me arrodillé a los pies de la cama, recorriéndole de abajo a arriba, y viceversa. Varias veces, hasta que ese perfil quedó estudiado por completo. Cada curva, centímetro de piel. Y el olor. A hombre. A hombre que huele bien. 
Gateé, como una niña pequeña, hasta colocarme encima. A horcajadas. Sin ánimo de una violación casi previsible. Inclinándome hacia delante, a escasa distancia de mis labios con su clavícula. Aspiré, fuerte, y me tensé. Hombres.
Mis manos fueron directamente al cuello, adosándolas a los laterales, ya que a la derecha estaba el rostro, girado. Labios entreabiertos. Pelo corto, negro, despeinado. Y liso, cayéndole por la frente de forma regular. Barba de varios días, con la que rasqué mi mejilla hasta enrojecerla. 
Le llamé por su nombre. Sabía que le gustaba, y él me gustaba a mí.
-Syd..............-
Y, como imaginaba, no encontré respuesta. Sólo una breve suposición que se llamaba Cloroformo.
Ladeé el rostro, pegando la oreja izquierda en su esternón, desnudo, como todo él, y me limité a olerle, y escuchar los golpes de su corazón. A un ritmo normal. Tranquilo.




No tardé más de quince minutos en volver a taparlo con su ropa. Vistiéndolo con delicadeza, como si temiese que se rompiera. Tironeando de nuevo de sus muñecas, hasta tumbarlo en el sofá, como quien duerme una siesta. 
Y yo me fui a mi cama. Recostándome de lado, abrazada a la almohada. Hundiendo la nariz en ella.


Olor a hombre. 





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